domingo, 27 de diciembre de 2009

Mi cuento de Navidad

Vivir en un edificio tiene sus ventajas. Conoces gente, encuentras compañía y puedes ir a ciertas fiestas que no dejan de ser divertidas. Como en Navidad, por ejemplo, fecha en que mi condominio hace una celebración, sólo para residentes.
Este 25 no fue la excepción. Armado de un par de botellas de güisqui me acerqué al salón de fiestas; al entrar, posé mis ojos en un moreno alto y buenmozo que estaba con los vecinos del 7B. Me acerqué a saludarlos y me lo presentaron, es un sobrino que está pasando unos días con ellos.
Por abrir el juego, le ofrecí un trago; fuimos a la mesa de los licores y hablamos tonterias. En poco tiempo, la fiesta comenzó a “ponerse buena” y la conversación, divertida. Pero, como no soy muy de fiestas, empecé a pensar en retirarme temprano. Fran, que así se llama el moreno, me adivinó el pensamiento; entonces, me pidió que, antes de irme, lo acompañara al maletero a buscar unas botellas que su tío tenía guardadas allí. Se metió la mano al bolsillo para sacar la llave, se agarró el paquete sin disimulo alguno, mostró la llave y me dijo:
- ¿Que, entonces, me acompañas?- Claro, vamos, le dije.
Salimos del salón y fuimos a su maletero. Fran abrió la puerta, encendió la luz y me encaró, abriéndose el pantalón
- Pana, te he morboseado el culito desde que llegaste. Anda, voltéate…Terminó de bajarse el pantalón dejando libre un rico aparato: moreno, grueso, cabezón y muy erecto. Comencé a agarrarlo, mientras él bajaba mi pantalón.
- Pana, hay que darle rápido, tengo ganas de metértelo, dale, ponte en cuatro.
Afortunadamente, encontré una silla a la que sujetarme mientras le ofrecía mi culito, me apoyé y me dispuse a disfrutar la montada. Fran me acarició un poco, se calzó un condón y ensalivó abundantemente mi orificio.
- Wow, que culito más rico tienes, ¿quieres que te lo meta ya?
- Si vale, vamos a darle…
Se acercó y sujetándome con sus brazos alrededor de mi pecho, guió su potente instrumento hacia mis nalgas y me lo fue metiendo lenta, pero firmemente. Encontró cierta dificultad, pero no resistencia, yo no estaba suficientemente lubricado y no es fácil, pero lo ayudé a entrar con mis manos hasta que, vencido el pequeño dolor inicial, lo sentí cómodamente instalado dentro de mí. De inmediato comenzó a bombear con suavidad, preguntándome si me dolía o si estaba haciéndome daño.
Su mano derecha busco a tientas mi pene, también erecto y comenzó a masturbarme al mismo tiempo que entraba y salía con movimientos acompasados. Entonces, me volteó, me puso encima de la butaca, montó mis pies sobre sus hombros y apuró sus movimientos. Yo me masturbaba con avidez y de pronto me anunció que estaba a punto. Aceleré mi paja y lo sentí acabar dentro de mí. Sus gritos pudieron haberse escuchado en el penthouse del edificio, así que agradecí la ruidosa fiesta.
Me abrazó fuerte y nos dimos un largo beso. Rápidamente nos limpiamos como pudimos, nos vestimos y recogimos las botellas que habíamos ido a buscar. Salimos del maletero como si nada hubiera pasado, y regresamos a la fiesta.
Creo que todo el mundo notó lo que acabábamos de hacer, pero a ambos parecía importarnos poco.
Una hora más tarde me despedí de la fiesta, le di mi número de teléfono y subí a mi apartamento a darme un baño y tomar una siesta. Su llamada me despertó un rato después para ofrecerme un polvo bien echado; ese también lo disfrutamos mucho.











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