Solos o acompañados, los hombres somos bastante imaginativos a la hora de prodigarnos en placeres. Pocas cosas detienen nuestra ansia por explorar posturas, lugares, maneras. Somos capaces de disfrutar las posturas menos convencionales, sobre todo a la hora de encontrarle nuevas maneras al arte milenario de querernos a nosotros mismos. Un pajazo en solitario o un encuentro entre varios, despierta muchas veces la imaginación más febril y demuestra que, al evolucionar, hemos descubierto que podemos hacer lo que nos plazca y nos permita el cuerpo y estamos muy bien dispuestos para ello.
Sobre todo si sabemos que un ojo voyeurista está esperando nuestro desempeño para aplaudir.
Sobre todo si sabemos que un ojo voyeurista está esperando nuestro desempeño para aplaudir.
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