lunes, 21 de diciembre de 2009

Desde mi ventana

Llegué a casa a las nueve de la noche, cansado después de un largo día de trabajo. Al entrar, sentí ruidos indicativos de que, en el anexo recién construido en la casa de al lado, se ha mudado alguien. Estoy esperando esa mudanza desde que empezó la construcción; hace mucho descubrí que, desde mi cocina, se ve perfectamente el interior del dormitorio vecino.
El nuevo inquilino es un muchacho joven, de baja estatura, delgado, trigueño y muy normalòn. Estaba terminando de instalarse, y por su cara, supe que el trabajo de mudarse había terminado por la noche. Me dispuse a espiarlo por un rato, sin esperar nada especial. Apagué la luz y miré, justo en el momento en que se quitaba la camiseta, la olía y la tiraba al piso. Hizo lo mismo con el short, se lo quitó, lo olió en la entrepierna y lo arrojó. Se quedó con un bóxer ceñido de algodón gris y caminó un poco por la habitación, sin dejar de sobarse el paquete. De pronto se volteó, quedando frente a mi campo visual, mostrando buen bulto y cierta cara de irremediable deseo.
Enseguida se arrancó el interior y comenzó a jugar con su verga parada y gruesa. La acariciaba suavemente, dejando escapar un hilo de líquido que esparcía generosamente con sus dedos. Con la mano libre, se estrujaba dos bolas grandes y velludas, y su erección aumentaba. Fue hasta una silla cercana, se sentó con las piernas muy abiertas y entonces, comenzó a darse una rica paja. Envolvía su machete con la mano completa, dejando que el dedo pulgar rozara la cabeza y agarrando por ratos sus bolas. Así estuvo por algunos minutos, hasta que levantó un poco las piernas, apuró los movimientos de fricción, se estiró completamente y con un par de jadeos y estremecimientos, se bañó con un potente chorro de leche. Se levantó, se limpió con la camiseta que acababa de quitarse y fue hasta el baño. Unos segundos después escuché el ruido de la ducha. Me aparté de la ventana, fui a mi habitación y repetí en mi cama, lo que él acababa de hacer en su silla, pensando que tendré que hacer lo posible por invitarlo a tomarse unas birras en mi casa. Uno nunca sabe.










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