sábado, 31 de octubre de 2009

Escondites








Lo primero que me viene a la mente cuando llego hasta allí buscando otro sitio donde despertar su emoción, es la sensación de escondrijo. Meterme allí, resguardar mi rostro en su calor, besar sus pliegues, percibir su olor y guardarlo en mi memoria, recorrer con mi lengua cada centímetro de ese pedazo de cuerpo que a todos parece encantarnos y al que todos nos acercamos con timidez.
Si hablamos de fetiches, hablemos de axilas. Ningún resquicio del cuerpo del hombre muestra tanto la masculinidad como ese; sin embargo, ninguna otra esquina de su cuerpo se demora tanto en ponerse a nuestra disposición, ni esconde tantos puntos ocultos de sensible excitación. Ningún otro escondite, cuando finalmente se abre, prepara con tanta soltura la ruta de nuestro goce.
Seguramente cuando descubrimos la axila desnuda del que está a nuestro lado, ya hemos descubierto y saboreado lugares más obvios y como no, más placenteros; pero no podemos negar que es una maravilla comprender el significado del descubrimiento de las axilas: es el descubrimiento de todo lo que queremos saber sobre nuestro macho. Es el rescoldo final de su aroma, es el resguardo de su reticencia, es el despliegue de su libertad. Es la señal de que ha decidido entregarse sin tapujos.
Es el escondite final de nuestro deseo…

miércoles, 28 de octubre de 2009

Deliciosas turgencias








Es una perfección más que hay que agradecerle a la naturaleza. Ese acolchado pedazo de carne que rompe la línea monótona de la espalda, abultándose suavemente en una montaña de carnes turgentes que parece saludarnos desde su escondite para pedirnos caricias, ofrecernos compañía, brindarnos placeres que parecen exclusivos de machos bien hechos. Las nalgas de un hombre… ¡que pedazo de maravilla! que perfecto regalo de la creación, que delicia…
Nalgas suaves, redondeadas, erguidas, coquetas, repletas de deseo. Nalgas para morder, para saborear, para acariciar en su rosada palidez o en su morena provocación. Nalgas algunas veces adornadas de vellos lisos, tan suaves que se antojan dignos de cobijarse en ellos.
Nalgas que aguardan entusiastas la embestida golosa de quien sabe disfrutarlas…

Fetiches




Realmente, la imaginación no tiene rival cuando nos ponemos a prueba en aquello de calentarnos la cabeza con esas ciertas cositas que nos revuelven la libido y el deseo. Personalmente, creo que tengo muchas manías, algunas mejores que otras, al menos en cuestión de gustos. Me gustan los negros, me gustan los flacos, me atraen ciertos olores particulares, ciertas maneras de plantarse frente al mundo y me vuelven loco… los pies de un hombre.
Por suerte, no soy el único. He descubierto que los pies ocupan, probablemente, el puesto número uno en nuestras extrañas fantasías. Viví mucho tiempo en una ciudad con temperaturas extremas en donde la mejor manera de combatir el calor es yendo ligerito de ropas; es frecuente que a todos lados, los hombres vayan en pantalones cortos y chanclas. Creo que allí empezó mi costumbre de fijarme en los pies masculinos que pasaban a mi lado y para ser totalmente franco, aun no se por qué.
No he logrado aclararme lo que siento ante un par de pies de hombre. Sobre todo ante un par de bonitos pies, bien cuidados y bien llevados, con uñas cortas y limpias, piel suave, algunos vellos por ahí y la muestra de pasos de hombre macho y rudo. A mi me parece maravilloso ese hallazgo dentro de un buen par de sandalias, o simplemente por la casualidad de un buen cuerpo que los acompañe.
Nada, que me encantan los pies, que me vuelven loco un buen par de pies retozones sobre todo si el retozo me incluye...Pies como los que traigo hoy a mi blog, para compartirlos con otros fetichistas atolondrados como yo….parece que somos muchos.

lunes, 26 de octubre de 2009

Una discreta mirada








El arma más poderosa de un voyeurista es la imaginación. Hay muchas maneras de ver, sobre todo cuando lo que queremos ver es el espacio más íntimo de un hombre que nos gusta mucho. Puede que sea en el gimnasio, cuando nuestros ojos se pierden en las duchas, intentando capturar para la memoria ese instante delicioso en que aquel admirado compañero de maquinas, decide darse una ducha revelando todo lo que Dios le dio para hacernos felices. Puede que sea simplemente el momento de ocio que dedicamos a espiar la ventana del vecino guapísimo, cuando se enfrenta a si mismo en la intimidad de su habitación. Puede que sea la feliz ocasión en que un mirón interrumpe la soledad de un buen mozo en el probador de una tienda, o en alguna de las muchas ocasiones que para desnudarse se inventan nuestros hombres.
Pero hay ocasiones en que sólo la imaginación sirve para el dibujo completo y entonces lo mejor es acudir a ella y soñar un poco con lo que no pudimos ver.
A pesar de lo mucho que disfruto viéndolo todo, hay veces que me conformo felizmente con mis fetiches corporales: pies, axilas, esquinas de piel, visiones discretas de cuerpos que no se atreven a exhibirse totalmente.
Algunas veces, realmente vale la pena poner a funcionar la imaginación….

Bellos vellos







Paseando por las páginas interminables de este invento maravilloso que es Internet, conseguí estas fotos y no pude resistir la tentación de robármelas para homenajear a mi manera particular este espécimen digno de admiración y de muchas cosas más.
Solo imaginar un rato a su lado, me ha puesto tan caliente que no pude aguantar las ganas de regalarme un rato de solitario placer.
Ese pecho velludo, esas piernas preciosas, ese cuerpo como cincelado por un genio y el aparato de tamaño justo y delicioso, no hacen sino hervirme la sangre…total, ¿que importa? Las fantasías son gratis y libres.
Me encantaría saber que alguien más vivió el mismo calentón mirando este hombre. Eso servirá para darme por bien servido…
Salud…

jueves, 15 de octubre de 2009

De color






Creo que se me nota: siento verdadera pasión por un negro. Un negro bien hecho, con ese cuerpo marcado por el ejercicio o por el trabajo y esas descomunales herramientas que casi siempre los adornan, son no solo la fantasía recurrente de mi vida, también el objeto de pasiones que han sido inolvidables.
Adoro el cuerpo macizo y oscuro de un morenazo. Adoro su olor mezcla de sudores fuertes y trabajos forzados, adoro la leyenda de sus penes que cuelgan largos y gruesos, como queriendo vengarse de lo mucho que los blancos hemos ofendido su sola existencia. Adoro sus pezones marcados, su escasa pelambre, su cuidado aspecto. Adoro todo en un negro. Sea por exceso o por defecto, no encuentro reparos para revolcarme con un negro cada vez que tengo la oportunidad. Son mi morbo más efectivo y recurro a ellos cada vez que siento urgencias de entrepierna.
Me gustan las nalgas de los negros, los muslos de los negros, la espalda marcada de un negro. No creo que haya nada en un negro que me desagrade. Es más, creo que jamás he estado completamente a gusto con un hombre de cabellos rubios, aunque no los desprecio. Pero tengo que admitirlo, mi perdición son los negros y si se trata de hombres como los que hoy he traído para celebrar el premio Nóbel del negro más bello de la actualidad, pues no hay nada que agregar.
Viva el color…..negro, por supuesto.

domingo, 4 de octubre de 2009

Tapaditos







Tal vez sea, para variar, la mejor forma de comenzar con el juego cuando se han perdido todos los pudores y sabemos que irremediablemente hemos llegado, ambos, al punto en que la urgencia solo requiere de movimientos más cercanos al placer; el punto en que lo tienes ahí, frente a ti, cubierto solo con su ropa interior, bajo la cual se adivina un animal hambriento que busca exponerse incontenible a las caricias de tu lengua y de tus manos.
De entre todas, adoro la imagen de un hombre a medio desnudar, que deja ver tan sólo un poco de lo que espero recibir ansioso, que deja asomar sus vellos como señalándome el camino que debo seguir para encontrar el goce supremo. Un hombre tapadito solamente por ese minúsculo pedazo de tela, que se adhiere al cuerpo cometiendo algunas indiscreciones, para aumentar nuestro deseo y lubricar la ansiedad. O un hombre que no será tuyo, tal vez, pero no tiene problema alguno en llenar nuestra imaginación de preguntas y desafíos: ¿Cómo será? ¿Cuál el color? ¿Cuál el olor? ¿Cómo el sabor? ¿Cómo es la montaña de vellos que lo circunda? ¿Habrá alguna?
Un hombre con la cantidad justa de ropa, para despertarnos junto a él y darle un poco de calor en la mañana, para acariciarlo por encima de la suave textura del algodón y sentir como crece a nuestro lado, para vivir con él un instante insuperable que, se repita o no, será nuestro instante y sólo se perderá si no hemos logrado registrar en la memoria, la imagen justa del animal que pugna por abandonar el cómodo refugio de un interior, para respirar a gusto en nuestras aguas…