domingo, 4 de octubre de 2009

¡Ole Torero...!






Sabido es que nos encantan los uniformes y los disfraces. Hay incontables historias de lo que somos capaces de hacer por llevarnos a la cama un policía, un bombero o incluso un boy scout. Parece que la norma del mundo gay es fantasear sin pausa ante cualquier hombre uniformado más o menos guapo y macharro. Bien, me permito agregar un nuevo traje a los muchos de nuestros sueños: Los toreros.
Son la quintaesencia del macho latino. Debido a su profesión, son también, el epítome de la valentía y la machura: pararse a arriesgar la vida frente a un animal astado de más de 400 kilos de peso, no es cosa de tontos. Pero además, la mayoría están buenísimos desde siempre: guapos, jóvenes, con sonrisas de machos bravos y el bellísimo traje que los identifica, son para tumbarle las medias a cualquiera; a mí el primero.
Existen miles de historias sobre ellos y sus placeres; historias que seguramente provienen de nuestro deseo de saberlos ansiosos de otro tipo de embestidas, ansiosos de macheria y de testosterona en ruedos vestidos por sabanas de lino. En honor a la verdad torera, hasta ahora nadie ha visto a un torero jugando con otras astas que no sean las del toro. O, por lo menos, no lo ha contado.
Realmente creo que pocos hombres necesitan hacer acopio de tanta masculinidad para ganarse la vida. De modo que sean o no sean, hayan o no hayan cuentos, sean estos cuentos producto de nuestro imaginación o no; la media de seda cubriendo la pantorrilla, la fiereza de sus gestos, el desplante con que exhiben su machura y ese apetecible bulto apretado bajo el traje de luces, es una de las imágenes mas sexy que conozco. Juzguen por ustedes mismos y olvídense del toro…

No hay comentarios:

Publicar un comentario