miércoles, 28 de octubre de 2009

Deliciosas turgencias








Es una perfección más que hay que agradecerle a la naturaleza. Ese acolchado pedazo de carne que rompe la línea monótona de la espalda, abultándose suavemente en una montaña de carnes turgentes que parece saludarnos desde su escondite para pedirnos caricias, ofrecernos compañía, brindarnos placeres que parecen exclusivos de machos bien hechos. Las nalgas de un hombre… ¡que pedazo de maravilla! que perfecto regalo de la creación, que delicia…
Nalgas suaves, redondeadas, erguidas, coquetas, repletas de deseo. Nalgas para morder, para saborear, para acariciar en su rosada palidez o en su morena provocación. Nalgas algunas veces adornadas de vellos lisos, tan suaves que se antojan dignos de cobijarse en ellos.
Nalgas que aguardan entusiastas la embestida golosa de quien sabe disfrutarlas…

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