jueves, 5 de noviembre de 2009

Otra vez, un taxista




Es una costumbre a la que no renuncio: me monto en un taxi y poco después de darle una miradita al conductor estoy lanzando la carnada; a mi me parece que la mayoría de las veces, el taxista vale el esfuerzo.
Ayer lo volví a vivir, y me encantó la forma y el sitio. Paré un taxi, porque había dejado el auto en servicio. Al montarme – adelante – me sentí como en una burbuja. El aire acondicionado perfecto, los vidrios tan ahumados que no había forma de recibir ni un rayo de sol y el taxista divino: un muchacho de unos 26 años, medio moreno, delgado y con un paquete que presagiaba sorpresas. Lógicamente empecé a conversar con él, en un tono que no dejaba dudas de mis inclinaciones y mis aspiraciones. El tipo me lanzó una mirada escrutadora al principio, una sonrisa de complicidad inmediatamente y se llevó la mano a la entrepierna enseguida. Plato servido.
El gesto de tocarse el paquete duró poquísimo, pero cuando retiró la mano, pude ver como, adentro, un animal levantaba cabeza y exigía atenciones. Era un movimiento pulsante que abultaba por instantes la tela. Me quedé mirando hipnotizado, entonces lo escuche:
- Pana, cargo una parazón arrecha...
Yo le contesté:
- ¿Y como se podrá resolver eso? Yo creo que vas a reventar el pantalón…
El tipo volvió a tocarse y bajó el cierre, dejando salir de su encierro un duro y hermoso miembro, de cuya cabeza goteaba la muestra de su excitación.
- No te preocupes, nadie puede ver desde afuera, agáchate
Y allí, en medio del tráfico infernal de la mañana, mientras avanzábamos por una de las avenidas más transcurridas de la ciudad, me metí ese guevo en la boca y comencé a trabajarlo suavemente, mientras el tipo buscaba con su mano libre el final de mi espalda pidiéndome que zafara el pantalón. Yo me deleitaba saboreando su instrumento, mientras él acariciaba mi trasero y metía sus dedos entre mis nalgas. De pronto, dejó de tocarme y agarró mi cabeza con su mano, empujándome hacia ese machete durísimo que estaba a punto de reventar. Con un leve quejido me incrustó todo el palo dentro de la boca y botó un chorro de leche caliente que fue a parar directo a mi garganta. Entonces, retiró la mano que sostenía mi cabeza y rápidamente, mientras terminaba de echarme su leche, metió su dedo índice dentro de mi culo y lo movió con destreza de experto por unos segundos. Mi excitación era tal que acabe allí mismo bañando con mi semen el asiento del auto.
Se detuvo, saco un pañito, me pidió que limpiara el asiento y me sonrió de nuevo. Se guardo su deliciosa paloma y me despidió

- Ya llegamos…pana, usted mama muy rico, la próxima vez me lo cojo. Déme su número para ir a visitarlo… ¿puede?

Claro que podía. Lo estoy esperando ansioso.

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