domingo, 29 de noviembre de 2009

Extraña petición









Tocó el timbre cuando yo estaba saliendo de la ducha; me puse una bata y salí a ver quien era: Un muchacho absolutamente normal, de esos que no despiertan ni una mirada de caridad. Vestía la emblemática camiseta roja de estos tiempos y tenia en la mano una tabla de las que usan los encuestadores. Me resistí, no me gustan las encuestas de los rojos. El tipo saludó amablemente y me pidió unos minutos para responder algunas preguntas acerca de un proyecto que intentan emprender en mi calle. No fue su amabilidad lo que me hizo abrirle la puerta, fue una cierta mirada de premio que descubrí en un segundo fugaz. Lo hice pasar y le pedí que se sentara. Me senté enfrente vistiendo, solo, la bata de baño.
Una vez contestadas las preguntas, me pidió agua. Se la traje; entonces hubo un silencio raro y un cruce conocido de miradas. Sentí que el tipo quería algo más, pero no se atrevía a pedirlo. Me levanté y le dije:
- ¿Quieres algo más?Me sonrió. Me miró de nuevo y contestó
- Si, pero no te vayas a arrechar pana
- Tranquilo, suéltalo...
Casi en un susurro, contestó
- Te quiero comer el culito…Esta vez el silencio fue mío; no entendí lo que “comer el culito” significaba para él. Pero, decidí averiguar.
Lo pasé a mi habitación y me quité la bata; el se bajo el pantalón rápidamente mostrando una potente erección en un pene que no tenia nada de particular. Un poco grueso tal vez, pero nada más. Me acerqué a agarrarlo, me detuvo diciéndome:
- No me lo agarres, voltéate, te voy a dar lenguaMe acosté boca abajo, esperando su próximo movimiento.
El hombre empezó por acariciarme las nalgas, luego mojó con saliva su dedo y me lo metió poco a poco, mientras terminaba de quitarse la ropa. De pronto, enterró su cabeza entre mis nalgas y comenzó la más sabrosa mamada de culo que me han hecho en años. El tipo metía la lengua profundamente, relamía en círculos todo el borde del orificio y volvía una y otra vez a chupar, de todas las maneras posibles, un culo que estaba esperándolo ansioso. Se resistía a entrar, aunque yo se lo pedía suplicante. No lo hizo. Se dedicó a complacerme solo con su lengua. La metía y la dejaba dentro unos segundos, para arrancar después una nueva sesión de movimientos rápidos dentro de mi túnel. Movía la lengua como una culebrita a pilas. Yo gritaba de gusto y eso lo encendía. En un momento me volteó, abrió mis piernas, y se instaló a mover su lengua con más fuerza y deleite. Agarró mi guevo, duro como un hierro, y empezó a masturbarme, me lo soltó diciéndome:
- Pajéate pana, vamos a acabarSin retirar la lengua, empezó a darse riquísimo. En segundos, potentes chorros de leche de los dos anunciaron el final.
Se acostó a mi lado y, como si necesitara una disculpa, me dijo
- Pana, no sabes cuanto me gusta pajearme cuando me mamo un culito de hombre. Es lo único que hago con un macho.Sonreí; realmente él no sabia que yo me había dado cuenta de eso hacia rato.

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