sábado, 9 de enero de 2010

Favor apagar los celulares




Todavía tengo la mala impresión de sus pésimos modales y por eso, casi lo considero un mal polvo. Básicamente no entendí nada; nos conocimos por el Chat de CANTV y nos pusimos de acuerdo para vernos, después de una larga conversación y varios encuentros cibernéticos en los que nos dijimos todo lo que uno suele decir en esos casos. Lo lógico era encontrarnos cara a cara, para hacer realidad el deseo.
Lo hicimos, vino a mi casa ayer en la tarde y, a su favor, tengo que decir que es tan guapo como parecía en la cámara. Breve conversación, jueguitos de palabras y acción. Nos desnudamos mientras nos besábamos y nos tocábamos explorando nuestros cuerpos; desnudos fuimos hasta la cama y allí los besos dieron paso a un rico 69 que el busco hacer casi de inmediato. Su guevo, no completamente parado, empezó a crecer dentro de mi boca, hasta alcanzar la plenitud y el grosor que me gusta. Nada de vello, por supuesto, pero muy buena macana. Entonces él dio la primera señal de desaliento: atendió una llamada, sin darme explicación alguna. Habló por un minuto o algo así, para decirle, a quien quiera que lo llamaba, que estaba ocupado. Luego, me agarró suavemente por la cabeza, se sentó en el espaldar de mi cama abriendo sus piernas para que yo me instalara cómodamente a comerme su machete. Casi enseguida se inclinó, agarró el celular y comenzó a enviar mensajes de texto, mientras yo mamaba su sabroso rolo. De pronto, me pidió que me volteara y sin mucho preámbulo, se puso un condón y de forma casi mecánica, empezó a encularme. Soltó el teléfono y se dedicó, por muy poco tiempo, a entrar y salir de mi culito, con movimientos que no tenían nada de creativos. Cuando empecé a mover mis caderas para darle un poco de emoción a la cosa, me pidió que no me moviera, que estaba a punto. Me quedé tranquilito, y en un par de espasmos, me penetró con toda su fuerza y acabó.
Se levantó de la cama, botó el condón se limpió y entonces…se desapareció del mundo real. Comenzó a chatear por el blackberry como si nada en el mundo fuera importante. No me hablo más, no me tomó en cuenta más nunca. Se dedicó a dar vueltas por mi habitación, como un poseso con el blackberry en la mano, chateando con sabe Dios quien. Yo fui al baño, me duché y regresé a la habitación. No salía de su mundo virtual. Pasados 15 minutos, recogí su ropa, se la acerqué y le hice una seña para que se vistiera y se fuera. Sin darle la mayor importancia, paró un minuto la importante actividad telefónica, se vistió, tomó sus llaves y su reloj, encendió de nuevo el blackberry y salió hasta su auto, estacionado al frente del edificio. Lo vi desde el balcón. Apoyado en su auto continuaba chateando o enviando mensajes casi como un obseso. Entonces me alegre de que se hubiera ido, e hice nota de colocar en las paredes de mi habitación una advertencia: “FAVOR APAGAR SUS CELULARES” Gracias, La Gerencia.

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