jueves, 3 de marzo de 2011

El señor mayor

Lo conocí en un bar el mismo día que celebraba, en compañía de amigos, mi 45 cumpleaños. Él estaba sólo, tomando una cerveza en un rincón del bar y, a su alrededor, zamboloteaban una decena de muchachitos, unos más bonitos que otros, a quienes no prestaba ninguna atención. Bajo su ajustada camiseta Chemise, se adivinaba un pecho bien formado y un estomago bastante plano para su edad, y el blue jean Levis 501, además de presagiar un buen paquete, hablaba de una época perdida hace mucho ya. Lo demás eran sólo adiciones al encanto: Candado blanco, escaso y muy bien cortado cabello gris, gruesos brazos, ojos marrones muy intensos y un aire de quien se las sabe todas muy, pero muy apetecible. Yo, celebrando muy alegre, de cuando en cuando volteaba a mirarlo y me sentía bastante intrigado, pero estaba seguro que no era para mi, por hacerle caso a los arquetipos que solemos hacernos. En todo caso, uno de mis amigos estaba "cuadrando"un chamo como de 22 años para convertirlo en mi regalo de cumpleaños y yo estaba siguiéndoles el juego. Pero en realidad me interesaba sobremanera el misterioso señor de la cerveza en la esquina del bar.




A decir verdad, no se como fue que se me acercó. Creo que el ritmo de la noche y el alboroto que teníamos, le llamó la atención. Lo cierto es que en algún momento, sobreponiendose al estruendo del lugar, lo vi muy cerca de mí y escuché su voz:
- Será que puedo unirme a tu celebración, Federico?
Me sorprendió mucho que supiera mi nombre, yo jamás lo había visto antes, así que por toda respuesta aventuré a contestar, como niño tímido
- De donde sabes mi nombre?
- El que quiere, averigua....respondió
- Que bueno, entonces dime el tuyo
- Manuel, dijo, mientras me ponía una mano en un hombro y me atraía hacia sí.
Sentí, para usar un lugar común, un corrientazo en la espina dorsal. Tenía unas manos fuertes y grandes, que de pronto empezaron a acariciar lentamente mi espalda como si nadie más estuviera allí. Simplemente no podía dar crédito a lo que pasaba. Pero me deje hacer y me gustó.
Hablamos algunas boberías y compartimos un par de tragos. De pronto, mis amigos empezaron a dejarnos sólos, interesados cada quien en conocer a alguien, mientras el muchacho que pretendía ser mi regalo, perdió por completo el interés. Así pasó un rato, cuando Manuel, a quien ya había dado pie para acercamientos más íntimos, me dijo:
- Qué te parece si seguimos celebrando en mi casa?. No vivo tan lejos de aquí.
Sin dudar ni un segundo, todo lo que atiné a decir fue un sonoro y rotundo SI.


Llegamos a su casa en unos minutos, me indicó donde estacionar mi auto y me señaló la puerta de entrada al edificio. Allí me esperó galantemente y me condujo al ascensor. Una vez allí, me abrazó con fuerza y empezamos a besarnos.
El ascensor llegó al piso indicado y salimos rumbo a su apartamento. Antes de abrir la puerta, me agarró por la cintura y me advirtió que, a esa hora de la noche, su casa era un club nudista. Reí ante la ocurrencia y él, para demostrar que hablaba en serio, se quitó la camiseta antes de abrir la puerta. Una vez dentro del apartamento, tardó menos de un minuto en desvestirse completamente.
Yo, extasiado ante lo que veía, empecé a imitarlo. Logré ver su cara de satisfacción y casi enseguida, una discreta erección que contrastaba enormemente con mi ful parazón.
Él me miró, me agarró el guevo, como quien calibra algo y me dijo que le emocionaba mucho que se me parara tan rápido. Entonces, reveló su edad: 57 años, agregando que a esa edad el suyo tardaba un poco. No tardó mucho. Yo me ocupé de eso. Lo agarré con una mano, lo conduje al sofá y empecé a masturbarlo suavemente, logrando la respuesta que buscaba. Él hacía otro tanto. Yo bajé mi cabeza hasta su velluda entrepierna, encendí una lámpara de mesa y descubrí un cuerpo estupendo, enteramente cubierto de vellos grises. Me puse como loco de excitación.

Allí, en el sofá, hicimos todo tipo de locuras ricas. Empezando por un divino 69 que siguió a la gran mamada que empecé a darle al notar que su machete, un buen artefacto de unos 19 cms y estupendo grosor, respondía a mis manoseos. Se dejó hacer pero, con cara y manos de experto, comenzó a reclamar lo que él también quería y, en segundos, ambos teníamos la boca muy ocupada. Ese 69 dio pie a otras cosas con la boca, que incluyó, para gran placer mio, una deliciosa sesión de rimming que mi culo agradeció enormemente. Todo lo alternábamos con besos apasionados, caricias y jugueteos que siempre incluían ambos guevos. En mucho tiempo no había recibido tanto placer, al mismo tiempo que lo daba. Poco después y ante mi petición, Manuel se puso detrás de mí, para encularme con toda la fuerza de la que un hombre es capaz. Empezó por abrirme las nalgas y llenarme la entrada con su saliva, comiendo con gusto todo mi orificio y luego, siempre detrás de mí, agarró mi guevo, a punto de reventar por la excitación, y comenzó a pajearme con maestría, mientras yo iba sintiendo los pasos de una cogida ansiada. Primero, las manos diestras que llenaban mi hueco de un lubricante que no se de donde salió y, después, el momento en que se calzaba con rapidez un condón que surgió de la nada. Lo demás fue una sabrosisima embestida, que, como me había dilatado tanto, me encontró a punto y no me causó daño alguno. Yo estaba a punto de estallar y él lo notó. Me dio vuelta, sin sacar aquella paloma estupenda y, montando mis pies sobre sus hombros, aceleró el bombeo mientras me pajeaba. Acabé casi enseguida, él se tardó un poco más; segundos tal vez, que siginificaron un mundo de placer. Acabó dentro de mí y cayó derrumbado sobre mi boca, para besarme como si el mundo estuviera terminando aquella noche.
Nos quedamos dormidos, y repetimos la hazaña al amanecer y por algunos meses más. Pero, a pesar de lo mucho que disfrutábamos juntos, ninguno de los dos estaba dispuesto a sacrificar su libertad de hombre maduro. Un buen día, sin dolor, dejé de verlo. Hoy, eventualmente nos hablamos y estamos seguros de sentir un gran cariño el uno por el otro, pero la vida de los dos, ha llevado distintos derroteros.
Siempre lo recuerdo como el mejor regalo de cumpleaños que la vida me ha dado. Para qué más?

No hay comentarios:

Publicar un comentario