lunes, 21 de marzo de 2011

Con la boca

Estábamos en la casa de mis abuelos. La familia entera se disponía a salir de vacaciones para La Hacienda familiar el día siguiente, y descansábamos la noche antes en la gran casa de los viejos. En una de las habitaciones, dormíamos el grupo de los "más grandes", en total 5 primos de edades entre los 18 y los 20 años, todos varones. En otra habitación, las muchachas y así, perfectamente repartidos, la enorme cantidad de primos hacían pareja con sus ovejas. Llegado el momento de apagar luces y echarse a dormir, mi abuela nos pidió recibir en nuestra habitación, a un amigo de la familia, un tipo como de unos 29 años que iría a la hacienda con nosotros y sus padres. Lo recibimos sin hacerle mucho caso, apagamos la luz y nos dispusimos a dormir. Elías, que así se llamaba el visitante, era viejo conocido. Un tipote normalisimo, a quien últimamente le habia dado fuerte por el ejercicio físico y estaba empezando a "echar cuerpo". Se sentó en una cama al lado de la mía, se quitó la camisa y los pantalones, los puso ordenadamente al pie de su cama mientras yo, por el rabillo del ojo, pude ver como se metía la mano dentro del interior y se agarraba por un rático el paquete, como si estuviera acariciándolo o algo así, para luego olerse los dedos. Eso me excitó como loco. Pensé que el paquete se agrandaba, pero me pareció que eran imaginaciones mías.
Elías, sin arroparse se tiró en la cama vecina, metió su mano dentro del interior otra vez, y fingió quedarse dormido.




A mi me costaba dormirme con aquel tipo tan cerca de mí, me tenía enloquecido su aroma a macho, su sudor, y sus constantes toqueteos allá abajo. Daba vueltas en la cama y lo miraba a ratos, pensando que no se daría cuenta de mi intranquilidad. Entonces, en una de las veces que me volteé para intentar dormirme, sentí como su mano se posaba en mi espalda y empezaba a tocarme hasta las nalgas. Me quedé helado, pero inmediatamente escuché su voz:
- Fede, quieres sacarme la leche?
- Cómo dices?
- Shisttt, que se pueden despertar, habla bajito chamo...
- Pero es que no te entendí....
- Claro que entendiste, (lo decía casi dentro de mi oreja) quiero que me saques la leche...
- No vale...que te pasa?
- Ah vaina chamo...yo se que tu quieres, dale, sacame la leche y nos dormimos rico después
- Pero es que aquí....(empezando a titubear)
- No chamo...aquí no Fede...mira, yo me voy a parar, ya todo el mundo se acostó y apagaron las luces, buscame debajo de la escalera del patio...ok?
- Pero es que me da paja....y si se da cuenta alguien?
- No vale, ya todo el mundo se durmió, no hay rollo. Tu abuela está rendida y tus viejos están durmiendo en la casa de al lado. Nadie se va a dar cuenta. Dale, yo voy hasta allá y allá nos vemos en un minuto.
Se levantó, se puso el pantalón y descalzo y sin camisa salió del cuarto sin hacer ningún ruido. Yo no pude controlarme y lo seguí minutos más tarde. Era muy conveniente. El patio estaba al lado de la cocina y si alguien preguntaba, yo podría estar buscando un poco de agua.



Al llegar a la escalera del patio que conducía a un segundo piso donde dormían los empleados, Encontré a Elías, escondido como en un recodo tapado por los escalones más altos, desnudo enteramente y con el guevo completamente parado. Temblé de pies a cabeza cuando lo vi; en ese momento me di cuenta que Elias se había convertido en un tipazo que además tenía un guevo no demasiado largo, pero grueso como una lata de refresco y con una abultada cabeza, totalmente descubierta. Creo que mediría como unos 15 cms, pero tal vez, media casi lo mismo de circunferencia. Era inmensamente grueso. Me paré frente a él y lo agarre tembloroso. Él me bajo el pantalón del pijama y empezó a acariciarme las nalgas. Entonces volvió a hablar.
- Dale con la boca, suavecito primero....ok
Yo asentí con la cabeza, me agaché y comencé a tratar de apretarlo entre mis labios. No fue fácil, entre mis nervios y sus dimensiones, se me escapaba con facilidad. Entonces la excitación pudo más que el pudor, y la angustia de pensar que alguien pudiera descubrirnos ahí, más la certeza de saber que Elías no se iría, hasta haber soltado su leche, me llenó de valor y de ganas. Lo metí en mi boca y lo empecé a mamar casi con desesperación. Lo lamía, lo apretaba entre los labios, le daba suaves mordisquitos a ese tolete esplendido, y luego intentaba tragarlo completo sin ningún éxito. De pronto lo sentí erguirse, sentí como ese guevote se ponía increíblemente duro y como sus manos enterraban con fuerza mi cabeza entre sus piernas, hasta provocarme arcadas. Lo siguiente que supe, fue que un chorro de liquido viscoso y tibio, de sabor un poco dulzón, corría por las comisuras de mis labios, llenaba todo mi paladar y se empegostaba en mi lengua. Elías, dio unos leves jadeos y me pidió que lo limpiara con mi lengua. Yo accedí gustoso y en ese momento, sin haberme tocado siquiera y en el colmo de la excitacion, derramé mis líquidos en los pies de mi pana. Él lo tomó muy bien, se limpió con su interior y se calzó su pantalón rápidamente. Yo hice lo mismo, y caminé hasta la cocina a toda velocidad, me serví agua y regresé a la cama, aun con el sabor de la leche de Elías en mi boca.
Cuando me acosté, él se acercó, y habló en mi oído.
- Fede, que buena mamada me diste, Preparate porque en la Hacienda vas a comértelo todo lo que quieras y prepara ese culito....te lo voy a clavar....
En efecto lo hizo, pero esa es otra historia....

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