lunes, 10 de octubre de 2011

Medio vestidos

Hace algún tiempo trabajé temporalmente en una compañía muy grande, de esas que ocupan varios pisos de un edificio y tienen montones de empleados, y en donde uno puede conseguir de todo. Mi contrato, por 6 meses, tenía el objetivo claro y conciso de espiar a los empleados. Era una época en que me inclinaba por el derecho laboral. Los jefes creían que en las horas laborales, sucedían ciertas cosas "extrañas" que debían ser atendidas. En realidad, y para hacer el cuento corto, no sucedía nada extraordinario; robos tontos y alguna que otra violación menor a las reglas de la empresa, fue todo lo que encontré, que pudiera hacerse público. Lo único que no dije, fue el extraño caso de un empleado de menor rango, un señor como de 40 o 45 años, que pasaba una buena parte de su tiempo "laboral" mostrando su buen armado instrumento por cámara, y según pude constatar, en vivo también. Era un rumor que poca gente se atrevía a confirmar, pero era un rumor que me llamaba mucho la atención. Así que me dediqué a espiarlo a él en particular, sin que se notara mucho mi interés especial. Un día me conecté a un servicio de esos públicos de cámaras porno, y pasé casi todo el día buscándolo hasta que apareció. Me dejó sin aliento cuando lo vi...el tipo se mandaba tremendo aparato.


Discretamente fui hasta su oficina. Tenía la suerte de tener una oficina para él sólo, pues la naturaleza de su trabajo exigía cierto nivel de concentración. Lo que él hacia era encerrarse (no podía echar llave pues, de haber sido descubierto bajo llave, habría sido despedido de inmediato, según normas estrictas de la compañía) y abría su bragueta, sacaba el palomon, que permanecía parado por horas, y se manoseaba mientras la gente le decía todo tipo de cosas. Yo estaba a millón con el descubrimiento; pero, estaba seguro que no podría hacer nada más que mirar. Ese tipo de gente dificilmente pasa a la acción. Bueno, fui hasta su oficina y entré sin avisar. Simplemente abrí la puerta; el tipo que estaba preparado para ese tipo de interrupciones, en un segundo cerro la ventana y se cubrió con el mismo escritorio sin mover un músculo de la cara. Yo le hice algunas preguntas, pero no quité los ojos del sitio donde yo sabía que no podía mirar. Fingí cierta simpatía hasta que, sin poder contenerme, le hablé del sitio web y de lo que había visto. Él se puso muy nervioso y eso lo delató.
Entonces, yo fui muy amigable y le aseguré que nunca diría nada. A cambio, él me dejó contemplar aquella maravillosa verga en varias oportunidades (de ese modo yo lo tenia en mis manos, pero él también a mí) y un día, al final del trabajo, en aquella misma oficinita le hice una paja muy rica que el trasmitió por la misma cámara. No me dejó ir más allá - yo moría por mamárselo - pero igual lo disfrutamos muchisimo. Claro que fue un secreto que finalmente se descubrió, algunos meses después de finalizado mi contrato, para su gran pesar. Fue despedido, pero creo que mientras tanto, era el empleado que más disfrutaba las horas de trabajo...



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