Había pasado como un cuarto de hora desde que acabáramos de tirar. Él, un vigilante de una casa de playa que estaba desocupada, me abordó mientras yo daba un paseo por la orilla del mar y me invitó a entrar a la casa, para tomarme un refresco; pero, yo intuí inmediatamente que el refresco tendría sabor a sudor de macho e implicaba cierto goce. Así fue. Tan pronto como entré a la casa, él se bajó su short sin mucho preámbulo y me pidió que me "ocupara de esa parazón", cosa a la que accedí gustoso. Eso dio pie a más, y la verdad es que no podía quejarme de mi suerte. El tipo se las arregló para hacerme ver estrellas, mientras me metía con fuerza un machete de porte y grosor bastante aceptable. Ambos lo disfrutamos mucho.
Al acabar, los dos nos quedamos un rato desnudos en la cama; para mi sorpresa, él empezó a referirse con total candidez a lo que recién habíamos hecho y, sin que yo lo esperara, me preguntó si estaría dispuesto a una segunda vez.
Le dije que sí, con entusiasmo de quien siempre está dispuesto. Entonces, él me pidió que me quedara sin ropa y esperáramos un poco.

Respondí afirmativamente y en segundos, un moreno de esos que lo dejan a uno sin aliento, entró a la habitación. Vestía un jean y nada más y bajo el cierre del pantalón, podía adivinarse un bulto muy excitante, pues se notaba listo para la guerra.
- Te gusta? preguntó mi amiguito
- Claro que si, respondí
- Ok...entonces se bueno con él, como fuiste conmigo, él es pana y quiere contigo también
El visitante se quitó el pantalón sin decir una palabra y se acercó a la cama donde yo lo esperaba completamente desnudo. Mi amiguito se sentó en una silla, que arrimó cerca de donde estabamos, pero no hizo el menor intento de intervenir.


El visitante lo notó y le ordenó:
- Dale pana, preparale ese culito ahí...me lo voy a coger.
El amigo me ordenó ponerme en cuatro y comenzó a humedecer mi culito con un aceite que ya habíamos usado antes. Se demoró un poquito en eso, mientras yo mamaba, ya sin ningún reparo, el portentoso guevo de nuestro visitante. De pronto escuche como le decía,
- Dale negro, ya está listo. Ese culito tiene ganas, cogételo duro pues...
- Bueno papá...ya vas a ver lo que es bueno....te estás portando bien de pinga...quédate así que ahí te va.....

De pronto, el visitante imprimió fuerzas a su embestida y agarrándome por las caderas, comenzó a bombear con fuerza. Me di cuenta que su orgasmo estaba cerca. El otro, lo miró y le preguntó:
- Vas a echarle leche, negro?
- Si, pana, ya estoy que acabo...
- Eso....llénate ese culo de leche, dásela que esa vaina le gusta burda al pana....
- Ahí va...pana...agárralo...dale...echale leche tú también....
Enseguida, sentí la fuerza de una mano del amigo; mientras se masturbaba con furia, me agarraba la cara, como para contener mis movimientos desaforados, para tragarme toda la leche que tuvieran esos dos. Al unísono, ambos estallaron en medio de gritos de placer que me provocaron un orgasmo inolvidable.
Nos derribamos los tres en la cama. Así estuvimos por espacio de un par de minutos. Entonces, el visitante empezó a sacarme lentamente su palomota, y el otro me restregó las últimas gotas de semen en el rostro. El visitante se fue al baño, se lavó su poderoso artefacto y se despidió.
Mi, recién adquirido amigo vigilante, me dejó ir a asearme un poco, pero me advirtió que no me fuera todavía. Después de descansar un rato largo, volvimos a hacerlo los dos solos y felices.
Escenas como esas se repitieron muchas veces a lo largo de aquellas largas vacaciones en la playa
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