jueves, 8 de julio de 2010

Ganarás el pan con sudor...



Hay un recuerdo que asalta muchas veces mi memoria. Nunca me he juzgado por ello, siento que uno hace las cosas que quiere hacer en su vida y arrepentirse no tiene mucho sentido. Tenía como unos 19 años y vivía sólo, por primera vez, en un lindo apartamento en Londres, donde hacía mis primeros estudios de Inglés. Como cualquier muchacho de esa edad, el dinero escaseaba de tal modo, a pesar de la generosidad de mi padre, que la mayoría de las veces para poder cubrir mis gastos, me las ingeniaba de muchas formas. Trabajaba en una cafetería, repartía periódicos y hacia cualquier cosa que reportara algunas libras extras. Una noche, cansado de un día agotador, pero con ánimos de guerra, me pasé un buen rato dando vueltas por Trafalgar Square, el típico lugar de chanceo y de turismo gay londinense. Después de media hora de estar por ahí, se me acercó un español. Un hombre como de unos 45 años, no muy buenmozo, normalito. Me plantó conversación y luego del acostumbrado intercambio de información básica me dijo que "quería follarme". Yo no estaba muy seguro de querer y debo haber estado un poco remolón, pues para convencerme, el español me ofreció 40 libras (toda una fortuna, si consideramos que yo pagaba 125 libras por mi apartamento) No lo pensé. Acepté de inmediato. Nos fuimos a su hotel, tiramos (muy rico, para mi sorpresa) y cuando el tipo estuvo complacido, me dio 40 libras. Salí del hotel un poco avergonzado, pero creo que feliz. Esas 40 libras me hacían muchisima falta pues el giro de Fundapapá, aun tardaría un poco en llegar. Fue el inicio de una carrera, un poco fugaz, pero lucrativa, en el mundo de la prostitución. Nunca me dejé administrar, nunca tuve a nadie que me dijera que hacer, nunca pertenecí a ningún club o cosa por el estilo; pero, al menos una tres veces a la semana me iba a Trafalgar o a otras plazas o calles concurridas por turistas y me ofrecía. Tal cual como lo habia visto hacer en películas: ropa apretada, paquete marcado, nalgas paraditas y si el clima lo permitía, pecho descubierto o muy poco tapado. Era el propio "putico", como solía decirme un amigo peruano, compañero de negocios. Pocas veces lograba cobrar 40 por un polvo. Lo normal es que cobrara entre 20 y 25, si era pasivo y 30 si me tocaba hacer de activo (que siempre me ha costado un poco). Lo hice por espacio de un año. Luego regresé a Caracas y pensé que aquí sería peligroso y difícil hacerlo. Fue mi retirada. Pero, recuerdo esos días con una mezcla de gusto y pena. No creo que haya nacido para eso, lo hice y fue una gran ayuda para mis planes. Por eso, ahora, cuando me toca pagar por un polvo, lo hago con un gusto increíble. Siempre me parece que realmente los muchachos que lo hacen, necesitan esa plata para algo importante...

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