miércoles, 30 de junio de 2010

En la oficina

Paso una buena parte del día vestido de traje, atendiendo clientes de todo tipo, en su mayoría hombres de mediana edad, que necesitan asesoramientos varios en asuntos de negocios. Son reuniones más o menos fastidiosas, para las que uno sencillamente se prepara de manera automática. Pocas veces sucede algo extraordinario, algo que nunca hayamos visto o vivido. Para lo que nunca me siento realmente preparado es para atender, sin que se me note el deseo, a algunos clientes extraordinariamente buenmozos o sexys. Tengo que confesar que flirteo descaradamente cuando es el caso, pero que nunca me ha tocado arrancarme la corbata a jalones para complacer las urgencias de un visitante. Cosa que no dejo de lamentar, pues en más de una ocasión, he tenido que refugiarme en el baño para satisfacer rápidamente urgencias mías...










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