viernes, 4 de junio de 2010

El Parque de La Colina

Habíamos estado jugando cartas casi toda la tarde, cuando de pronto sugirió que era hora de regresar a casa. Mi auto estaba en el taller, de modo que dependía de él para volver a casa. Él me miró y preguntó si me iba con él. Dije que sí. Estábamos empezando a ser amigos y la verdad es que me gustaba mucho, además de caerme bastante bien. Ruben, que así era su nombre, tendría para ese momento como unos 20 años, era blanco, no muy alto, tenía el cabello castaño claro y cierto aire de quien se las sabe todas en la vida, que me gustaba desafiar. Estudiábamos juntos y habíamos hecho buenas migas. Salimos a la calle, nos subimos a su auto y empezamos a bajar la colina donde estaba ubicada la casa de nuestro anfitrión. Hacía un poco de frío y yo lo comenté, al tiempo que me ponía un suéter para protegerme. Ruben me dijo que lo que necesitábamos para ese frío era una empernada. Me reí de su chiste, pensando que, siempre que fuera con él, no tendría problema. De pronto me preguntó si yo conocía cierto lugar que estaba por esos predios, (una especie de parque-estacionamiento donde algunas personas, especialmente parejas gays, iban a tirar en los carros). Le dije que no, que nunca había ido. El me vio sorprendido y enseguida me dijo que iríamos de una vez, que no era posible que no conociera ese lugar.

Llegamos allí y había tres autos estacionados. Ruben comenzó a inventarse historias de los tres muy divertidas, cuando de uno de los autos bajó un tipo mayor, como de 40 y pico, y abriendo la puerta del carro, se sacó su guevo, para que otro tipo que no se veía desde allí lo mamara a gusto. Ruben se concentró en ver lo que sucedía mientras me decía que eso siempre pasaba allí y que más de una vez había puesto a alguien a "becerrear". Yo estaba bastante excitado, pero intentaba disimularlo. Ruben, obviamente más experto que yo en el asunto, empezó a hacer comentarios sobre la escena, a medida que se agarraba el paquete e intentaba pajearse por encima de la ropa. De pronto volteó a donde yo estaba y me dijo:
- Chamo, mejor te lo sacas y te la das...se te va a reventar el pantalón.
Yo me puse rojo de la vergüenza y él me aseguró que no tenía rollo en eso.
- Es más, vamos a darle juntos...
Enseguida se abrió el cierre, se subió la camiseta y comenzó a sacar un guevo rosadito y muy parado, con la cabeza descubierta y afeitado a cero. Se me hizo agua la boca.
Hice otro tanto, baje mi pantalón hasta las rodillas, me saque el suéter y bajé los interiores. En segundos estaba frotándome una rica y suave pajita. Ruben, entre tanto también se madreaba, pero no dejaba de mirarme.
Me calenté muchísimo, empecé a tocarme el huequito del culo con la mano libre y abrí las piernas dentro del auto para pajearme a mis anchas. Ruben me miró extasiado y se acercó.
- Pana, que rico te pajeas ese culito...te ayudo?
- Dale Ruben, si quieres, dale
- Claro que quiero panita...te voy dar más que dedo solamente
Entonces comenzó a meterme el dedo, mientras se pajeaba. Yo me las arreglé para voltearme y meter todo su guevo en mi boca. Ruben se quedó de una pieza.
- Pana, Fede, no sabía que te gustaba mamar...haberlo sabido antes
No podía decirle nada. Uno no habla con la boca llena, es mala educación.
De pronto sentí como retiraba el guevo de mi boca con cara de estar tramando algo.
- Pana, te da paja exhibirte? me preguntó
- Verga...no se chamo...dije yo
- Vente papi...vamos a darle para que nos vean, aquí no viene la ley, aseguró él.
Abrió la puerta del auto, salió con los pantalones en la rodilla, el guevo durísimo y la camiseta subida a medio estomago. Entonces me dijo que me acostara boca abajo en el asiento trasero, con las piernas fuera del auto. Así lo hice.
Ruben se acercó por detrás, y sin lubricarse más que con la babita que chorreaba de la cabeza de su guevo, me embistió de un sólo golpe.
- Grita para que te oigan y se exciten más...dale..papi..grita, quejate, que eso los excita burda.
Creo que mis quejidos, de todos modos, se escuchaban en todo el sitio. Sentía un placer enorme mientras era poseído por aquel guevo duro como un hierro, y diestro en el arte de cogerse un culo.
Pocos segundos después, dos tipos se masturbaban a nuestro lado, mientras Ruben seguía dandome con fuerza por el culo. Él los vio como se agarraban el guevo y les dijo:
- Esto es sólo para que miren, este culito es mio nada más.
Los dos tipos se instalaron a ver como Ruben me estaba dando todo el placer que yo esperaba. Sacaba y metía todo su machete que hervía de excitación y me dejaba el culo rogando por más y más embestidas.
De pronto, me preguntó si quería la leche adentro. Le contesté que prefería verlo acabar. Me bombeo un poco más. Lo sacó y regreso al asiento delantero para acabar pajeandose, mientras yo hacía lo mismo a su lado. Los dos observadores, estaban también a punto de correrse. Ruben cerró las puertas del auto. Sujetó su guevo firmemente con su mano y en dos o tres sacudidas botó un potente chorro de leche. Se volteó hacia mí, me metió los dedos en el culo y en un segundo, mi leche bañaba toda mi camisa.

Ruben salió del auto, ignorando a los dos visitantes, se limpió con una servilleta de papel, me dio otra a mí. Se subió la ropa y me pidió que me vistiera también yo.
Salimos de allí al minuto. Él, alabando mi culito y mi buena manera de hacer las cosas. Yo, feliz de haber conseguido un "amigote" con derechos para ese semestre.
Nuestros encuentros sexuales mejoraron con el tiempo, y se prolongaron por 4 semestres, hasta que nos cansamos de hacerlo. Pero, nunca pudimos olvidar esa primera vez en el parque de la colina....

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