jueves, 18 de junio de 2009

De muerte lenta

Hace años, en Caracas estaba de moda una expresión que se usaba para ponderar cualquier cosa que hoy llamaríamos “espectacular”. Debe haber nacido en la comunidad gay, pues pocas cosas son tan maricas; pero dentro de ella, la expresión “de muerte lenta” un buen día empezó a ser señal de peligro. Siendo, como éramos, una comunidad pequeña y con menos lugares para cruising, normalmente nos encontrábamos con conocidos que, usando esa frase, nos prevenian de tipos cuya peligrosidad era conocida. Eso salvó muchas vidas de entonces.
Que pena confirmar que nosotros tuvimos una suerte tremenda: Hasta podíamos darnos el lujo de lanzar señales de peligro. Hoy, eso no es posible. Hoy, por tanto, es obligatorio tomar tantas precauciones como podamos, a riesgo de parecer paranoicos. Recientemente un amigo me comentó, lleno de tristeza, que había perdido sus juguetitos tecnológicos, a manos de un tipo divino que lo robó discretamente, después de que este lo llevara a un hotel para lo que él mismo llamó “una cogida divina”. No vale la pena enumerar los errores que mi amigo cometió en esta oportunidad, pero lo que si es cierto es que se salvó de convertirse en un titular de última página. Irse a un hotel, con un tipo que conoces hace cinco minutos, es simplemente una ENORME TONTERIA Y UN PELIGRO GIGANTESCO. La mayoría de los hombres que andan por la calle buscando guerra se clasifican en dos tipos: Víctima y victimario. Normalmente el victimario está buenísimo y sabe muy bien que Dios le puso entre las piernas su arma más efectiva. Obnubilados por un guevote divino, lo que nos puede pasar es horrible.
No hay mas remedio que considerar a TODOS los hombres que conocemos en la calle como potenciales asesinos y tener contra ellos todas las prevenciones posibles. Es una lastima, es cierto, pero ¿que necesidad tenemos de exponernos a un encuentro sexual que realmente sea “de muerte lenta”?

No hay comentarios:

Publicar un comentario