lunes, 22 de junio de 2009

Amable vecino




Vive con su mamá en el apartamento de al lado. Es un chamo de veinte y pico de años, flaco, moreno y con pinta de practicar todos los deportes. Suele saludarme con gentileza cuando me lo encuentro en el ascensor y a veces, intenta hacerme conversación en el garaje cuando coincidimos sacando o metiendo los autos.
Ayer lo encontré en la puerta. Me dijo que estaba ladillado en su casa y me preguntó si yo tenía planes para más tarde. Le dije que no, por supuesto, y subí a mi apartamento. Menos de un cuarto de hora después estaba frente a mi puerta, con unas birras para compartir y muy aburrido. Lo hice pasar. Llevaba un short más bajo de lo normal, enseñando un tupido camino de vellos negros que iba directo a donde yo quería llegar. Lo invité a sentarse en el sofá, donde comenzamos una conversación vaga que nos condujo, no se por qué, al tema del sexo. De pronto me preguntó si yo creía que él lo tenia grande, yo dije que no podía saberlo porque nunca lo había visto. Me levante de la silla y fui a la cocina a buscar otra cerveza; cuando regrese, lo encontré desnudo en el sofá… y puedo jurar que la visión era totalmente hermosa. Un duro, largo y grueso instrumento se erigía entre una abultada mata de pelos negros como pidiendo una caricia urgente. Me puse a millón al instante. Entonces con cara de quien sabe lo que está haciendo, me pregunto mi opinión ahora que lo estas viendo. Le dije que me parecía grande y sabroso y el chamo sonrió satisfecho.
Acto seguido me pidió que me quitara la ropa. Me puse de espaldas y comencé a desvestirme; al dejar desnudas mis nalgas, escuché su voz:
- Pana….tu tienes ese culo blanquito y afeitadito…
- Si…me depilo al ras
- Wow pana, que de pinga se ve. Yo nunca me he afeitado
- Si, eso se nota
- Pana…me paraste el machete…que, ¿te puedo tocar las nalguitas?
- Si quieres…
Se acercó por detrás y comenzó a acariciarme las nalgas. Me tocaba y se masturbaba suavemente; entonces, acercó su dedo hasta mi hueco ansioso y empezó a meter la punta de a poquito.
- Que pana… ¿te gusta eso?
- Si, la verdad es que si
- Coño…esto va estar mas rico de lo que pensaba
- ¿Te gusta a ti?
- Pana, yo no estoy acostumbrado, pero te quiero coger. ¿Te dejas?
Me puse de espaldas en el sofá y le ofrecí mi culo completamente listo para recibirlo. Saque un condón y se lo di sin hablar, él cambió de posición para pedirme que se lo pusiera, cosa que hice gustoso. Antes de ponérselo, metí un ratito ese portentoso guevo en mi boca y lo chupe ávidamente, para sorpresa del chamo que se retorcía de gusto. De repente noté que sus dedos estaban preparando el banquete. Se paró detrás de mí y abriéndome el culo con sus manos, empezó a meter aquel trozo durísimo de carne. Lo hacia con la destreza de quien sabe que puede causar dolor en lugar de placer.
- Aguanta pana…aguanta…te está entrando
- Dale…así…mételo suavecito…
- Ya va…no seas glotón…te lo estoy metiendo
- Si…mételo, mételo…
- Ahí va, aguanta pana…aguanta que te va a gustar que jode

Comencé a mover mis caderas para ayudarlo a entrar. Él dejó de moverse y me dijo que me lo metiera yo mismo. Lo fui tragando con golpecitos de cadera y apretones de nalga que lo mordían, hasta que sentí que me estaba partiendo el culo con su palo. Así empezó una feroz cogida que fue cambiando de intensidad, de ritmo y de posición durante los siguientes 20 minutos. Su guevo retozaba dentro de mí, unas veces con fuerza, otras con pausas experimentadas, y siempre con un jadeo intermitente, que decía una y otra vez lo rico que le estaba pareciendo la experiencia.
En un momento se tiró sobre mi, me obligó a ponerme completamente horizontal sobre la alfombra, se levantó sobre sus brazos y me enculó de un solo golpe. Me di cuenta que se acercaba el final. El bombeo que siguió a ese gesto triunfal de dominación, duró menos de dos minutos, pero resumió todo el placer de este mundo. Gritaba, jadeaba y no paraba de decir cuanto le gustaba mi culo. Acabábamos en medio de gritos de goce cuando, exhausto, sobre mi espalda, buscó mi boca en el desorden final, para fundirnos en un larguísimo beso, mientras daba las últimas sacudidas a su embestida.
Estuvimos tirados en la alfombra un largo rato, acariciándonos y retozando. De pronto, se levantó, se duchó y se vistió para irse. Me abrazó para despedirse y yo aproveché la oportunidad para un nuevo beso. Él me respondió con entusiasmo, se sonrió y me acaricio las nalgas nuevamente.
- Menos mal que no tendré que ir demasiado lejos la próxima vez que tenga ganas. Que de pinga eres pana...
- Aquí estoy, cuando quieras ven a visitarme
- Eso júralo…fue tremendo placer, pana.
Esta vez me besó él y salió. Estuve recordando su olor y sus embestidas hasta que logré dormirme como un bebé. Hoy no lo he visto. Pero lo estoy esperando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario