jueves, 8 de agosto de 2013

De duchas, mangueras y primos...

 Es uno de los recuerdos más calientes y sabrosos de mi vida...sucedió hace mucho tiempo, unos veinte años; pero yo, cada vez que tengo la ocasión de evocarlo termino tan excitado que necesito, por lo menos, una ducha (nunca mejor dicho) de agua fría para apaciguarme, si es que no tengo la posibilidad de hacerlo de otro modo. Estábamos en la enorme casa de mis abuelos y uno de mis primos, que me llevaba como 4 años y era un muchacho bastante buenmozo porque practicaba deportes y llevaba una vida muy activa, ya en su último año de la universidad, con novias de las que alardeaba mucho y permiso para fumar y tomar tragos en compañía de sus padres...en fin, un tipazo de esos que abundan en  mi familia (somos una familia de más de 75 primos) con quien tuve una historia que empezó el día en que él dejo de buscar excusas para quedarse a solar conmigo y poder enseñarme de la manera mas "inocente" su esplendido machete y se decidió a ir todo lo lejos que pueden ir dos primos mal intencionados. 
Pues bien, ese día en que él se convirtió en mi "primo favorito" entendí el placer de una ducha en compañía, o lo que es lo mismo, de una manguera que permita el auxilio de otra manguera auxiliar...
 
 En medio de un día bastante caluroso, Román, que así se llama mi primo, me invitó a que laváramos el patio de atrás, un espacio que se reservaba para que los dos perros de la casa retozaran y al que nosotros pocas veces entrabamos, como no fuera para pegarnos unos manguerazos y hacer que estábamos ayudando a mantener la casa. Los mayores habían salido todos a solucionar algo en la casa de la playa y en la casa, además de las tres sirvientas, no quedaban sino un par de primas remolonas que no salían de su habitación y una tía vieja y enferma que cuando mucho, se asomaba para preguntar  por su comida. Román me sugirió que nos pusiéramos trajes de baño y nos fuéramos al patio de atrás sin más ropa
 Así lo hicimos, él se puso un pequeño speedo que le resaltaba su bien formado cuerpo de deportista y yo un short que encontré por allí. Camino al patio, él se ajustó el paquete metiéndose la mano unas dos o tres veces para despertar mi inmenso deseo. Yo lo miraba hacerlo sin comentar nada. Una de las últimas veces que se metió la mano, tuve la sensación de que aquella gruesa morronga que ya había visto antes, estaba despertando. Román tardó algunos segundos más de lo prudente en sacar su mano de allí y cuando lo hizo se la llevó a la nariz con clara excitación. Yo desvié la mirada hacia su paquete y en efecto, un bulto protuberante palpitó por un instante. Se me hizo agua la boca.
Creo que él se dio cuenta, pero se limitó a sonreírme y abrir la puerta que conducía al patio. Sin ningún aspaviento, fue hasta el cuarto que ocupaban los dos perros, se aseguró de que estuvieran encerrados y regresó a la toma de agua, reviso la conexión de la manguera de jardín, abrió la llave y me preguntó si tenia mucho calor, a lo que respondí que si, que estaba asándome...Él sostuvo la manguera entre sus manos y colocándola entre sus piernas, la dirigió a mí como si se tratara de un enorme chorro de liquido que saliera de su gustosa herramienta. Me empapó. Yo empecé a retozar con el agua y entonces Román vino a donde yo estaba, me agarró por la cintura y comenzó a mojarnos a los dos con la manguera puesta desde arriba. Yo arranqué la manguera de sus manos y dirigí el chorro hacia él, justo a tiempo para verlo bajarse la parte delantera del traje de baño y sacarse una dura y gruesa verga, que anhelaba un poco de atención. De inmediato y como si pudiera adivinar su pensamiento (creo que me bastaba con mirarle a la cara) acerqué el chorro de agua hasta su pubis, cubierto de un espeso vello negro muy oscuro, y reduje la intensidad para que él pudiera sentirlo como una suave caricia precursora de algunas mejores.
 
 Con la mano que tenia libre, me atreví a agarrar el durísimo trozo de carne que sobresalía de aquel speedo azul turquesa. Todo mi cuerpo temblaba de la emoción y los nervios, nuestros padres podían llegar en algún momento o alguien podía descubrirnos y armarse el mayor escándalo. Ninguno de los dos era un niño. Ambos sabíamos lo que estábamos haciendo y ambos queríamos, desesperadamente, hacerlo. Román me agarró por la barbilla y sujetando mi cara me dijo
 
 - Primo, no sabes lo que he pensado en esto...las pajas que me he hecho soñando con que me lo mames....dale, métetelo en la boca que no va a venir nadie para acá....yo cerré con llave
 
Esa petición suya, con tal seguridad, bastó para que yo obedeciera con sumisión. Me arrodillé, como si tuviera la obligación de adorar aquel portento de carnes firmes y empecé a pasar mi lengua suavemente por el tronco de aquel extraordinario pedazo de varón.  Primero una lamida completa a toda la extensión para calibrar su sabor y luego un poco de juego lingual alrededor de su cabeza erguida y morena, que arrancó los primeros gemidos de placer de mi primo adorado. Él se echaba agua con la manguera, que resbalaba por todo su cuerpo, mojándome el cabello y deslizándose por mi espalda y abría las piernas para permitirme engullir aquel riquísimo vergón que se negaba a abandonar mi boca. Román se arqueaba, como quien intenta sostener entre sus piernas todo el placer de este mundo, recorría mi cabeza con sus dedos, apretaba el ritmo de mis mamadas con sus manos firmes que dirigían el movimiento de mi cuello, dentro y fuera de su gruesa pinga que parecía reventar en la tiesura de su carne, recorrida por gruesas venas azul intenso. Yo me tiré en el piso, para poder sostener mi equilibrio, y entre el rio de agua que salía de la manguera y la enorme excitación de estar allí, en la casa de  mis abuelos, transgrediendo toda norma moral posible, me dedique a saborear en mil formas el impresionante machete de mi primo. Él, se acercaba a mí, se sentaba en cuclillas para hacérmelo cómodo, gemía, me decía cosas, me llamaba primo adorado, y me urgía a complacerlo más y más. De pronto, se contorsionó por encima de mi espalda y logró abrirse paso hasta mi culo, deseoso de alguna caricia que él, con destreza, desempeño hasta reventarme de deseo.
Entonces, lo saco de mi boca, lo sostuvo con ambas manos delante de mis ojos, me miró con sus enormes ojos negros y dijo
 
- Coño primito, que bien mamas...eres un experto. Estas vacaciones no se me van a olvidar nunca. Vas a llevar todo el guevo que quieras y vamos a gozar que jode juntos....te prometo que van a ser las propias vacaciones de pinga...
- Ojalá primo, respondí, porque eso que tienes me gusta mucho, me tenia loco desde hace rato
- Yo sabia...por eso me atreví....y todavía no lo has sentido como es....
 
Me dio la mano para ayudarme a levantarme y me sostuvo junto a él. Con su mano agarró su pinga y la mía y comenzó una suave y deliciosa paja mientras nos besábamos como locos. Nos habíamos convertido en uno solo, el agua había anegado el patio, corriendo desde la manguera abierta, tanto como estaban nuestros deseos en ese momento, pero a ninguno de los dos nos importaba nada. Sólo queríamos darnos el mayor placer. Román me acariciaba, me besaba el cuello, pasaba su lengua por mi cara, lamia mis pezones hasta casi arrancarlos y mientras tanto continuaba pajeando los durísimos machetes de ambos.
No se cuanto tiempo estuvimos así, debe haber sido algunos pocos minutos que me parecieron una eternidad inolvidable. Yo, regresé a lo que me exigía mi boca ansiosa. Volví a ocuparme de aquella cabeza morena, casi morada, y de la pelambre oscura que rodeaba el gordo tolete que mi primo tenia entre sus piernas fuertes y musculosas de ciclista aventajado. Le di dos o tres chupadas a conciencia y lo metí todo en mi boca con notable esfuerzo. Combatiendo dificultades, lo introduje hasta la garganta y empecé a succionar. Mi primo lo enterró con toda su fuerza produciéndome un repentino ataque de fuertes arcadas. Lo ajusté dentro de mi boca, mientras sentía que algunas lágrimas involuntarias rodaban por mis mejillas. Mantuve dentro de mi boca todo lo que pude agarrar de aquel enorme tronco y succioné con toda la fuerza de mis mejillas. Un largo quejido de placer, explicó el caliente liquido viscoso que empezó a llenar mi paladar. Una profunda y brutal embestida derribó todas mis fuerzas. Román convulsionaba llenándome de leche toda la boca. Román se partía en pedazos, gritaba, abría la boca, intentaba hablar, enmudecía, gemía, un intenso temblor recorría su cuerpo; pero, no dejaba de bombear leche dentro de mi boca. Leche que yo saboreaba y empezaba a tragar lentamente para no perder ni una gota de su entraña. Él se desplomó junto a mi y en una última andanada de fuerzas, tomo mi verga entre sus dedos y la agitó por unos segundos para producirme un orgasmo casi tan intenso como el suyo....mi leche cayó sobre mi pecho y estomago, él la agarró con sus dedos y la puso en su lengua. Luego vino hasta mi estomago, salvando el pozo de semen que se había formado allí y lo lamió al completo. Nuestras bocas, llenas de nuestras leches, se fundieron en un largo y caliente beso....


No se de donde él sacó una pastilla de jabón con la que me cubrió lentamente de una deliciosa espuma, yo hice lo mismo y luego, divertidos, riendo como muchachos que acaban de descubrir una cosa muy parecida al amor, lavamos el patio hasta dejarlo reluciente y nos lavamos nuestros cuerpos, sin dejar resquicio por el que no entrara el agua a chorros de una manguera de jardín convertida en ducha, para romper el buen hacer de una familia que se empeñaba en decirnos lo malo que era la maravilla que acabábamos de hacer y que estuvimos repitiendo por 7 años, tanto en esa casa que amábamos, como en su apartamento de médico flamante, como en el post grado que hicimos juntos en una Universidad Europea....han pasado años, y con él, hice todo lo que dos hombres curtidos de sexo pueden hacer juntos, pero esa primera vez en el patio de los perros de la casa de mis abuelos, ninguno de los dos ha logrado olvidarla.....

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