viernes, 22 de abril de 2011

Musculos que sorprenden

Nunca me he sentido especialmente atraído hacia los hombres extremadamente musculosos. Debe ser por no arriesgarme a su rechazo, pues siempre pienso que ellos se cogen entre sí y no muestran interés alguno en personas "normales" como yo. Sin embargo, de vez en cuando, agarro la fiebre de ir al gimnasio y aunque dejo de hacerlo a los pocos meses, cada tanto me uno a algún grupo de ejercicios. El último que intenté, es uno que entrena en un gimnasio cercano a mi casa, en horas muy convenientes. Pensé que era un buen momento para intentar crear nuevamente una disciplina y me inscribí. La cita para formalizar la entrada, era un viernes a las 5 de la tarde, y requería un poco de tiempo pues, en este lugar, no te inscriben sin un cierto examen médico de rutina que ellos mismos realizan. El viernes correspondiente fui al gimnasio, entré a la oficina y me encontré con la mayor soledad. En ese pequeño sitio, no había nadie, además de mí. Di una vueltas, como quien intenta conocer el lugar y toqué en una puerta y otra, pero no pasó nada.

Estaba listo para irme a casa, cuando de una puerta trasera, salió caminando un tipo de esos que le dejan a uno sin aliento de un sólo golpe. Media como 1,90 y era literalmente, una estatua de músculos. Los brazos, el pecho, el abdomen, los muslos, las nalgas; todo era un homenaje al ejercicio que busca desarrollar un cuerpo insuperable. El tipo llevaba una toalla en la mano y un pequeño short de lycra por toda vestimenta. Sudaba a chorros e intentaba secarse mientras me hablaba. Yo estaba sin habla, viendo aquello.


- Buenas tardes, disculpa, pero estaba entrenando allá atrás y se me pasó la hora, me dijo el monstruo
- Buenas tardes, disculpa tú, le respondí, es que tengo la cita de la inscripción.
- Ok...oye, tu cómo que no eres muy experto en esto, no? Dijo mientras me miraba de arriba a abajo sin perder detalles de mi vestimenta ejecutiva rigurosamente seria.
- Si lo dices por la ropa, tranquilo, en efecto no soy experto, pero se que en traje no puedo hacer ejercicios. Pero me dijeron que hoy sólo era la inscripción.
El monstruo se rió, me volvió a mirar y me dijo
- Tranquilo, no te preocupes. Pasa al baño y espérame allí, mientras te quitas esa ropa tan seria.
La idea de desnudarme en el baño, a solas con él, me dio comezón en la entrepierna, pero hice como me había pedido. Entré al baño, típico vestuario de gimnasios, muy limpio y me senté en una butaca después de quitarme la corbata y el saco y subirme las mangas de la camisa.
Un rato después entró él. En ese espacio tan pequeño, pude sentir su olor a sudor y apreciar más detenidamente su cuerpo. Es un adonis perfecto que, para colmo de mi dicha, mostraba todas las señales de haber pasado todo el día en rigurosa práctica y olía a hombre por todos lados. No pude evitar excitarme y para evitar que se notara, entré al urinario y me arregle mi guevo parado, de modo que casi no se viera, además, me saqué la camisa y la dejé caer encima del pantalón como para tapar el bulto.
El monstruo me miró, hizo dos o tres comentarios tontos y de pronto me soltó:
- Pana, aquí nunca viene gente tan normal y de pinga como tú. Esto si es una rareza.
- Que quiere decir eso?
- Un piropo, panita...estas de pinga, y eso que no haces nada para estarlo.
- Gracias vale, tú también estás muy de pinga, me atreví a decirle.
- Te parece? me respondió
- Bueno, yo diría que lo que estas es muy bueno...super bueno....le dije en plan atrevido.
El monstruo me miró largamente, sonrió y empezó a acercarse. Me pasó la mano por la espalda como si fuera a abrazarme y me acercó a él. Entonces me dijo
- Tu también vale, también estás muy bueno.....y entonces nos besamos largamente.




Mientras nos besamos, empecé a notar que no sólo su cuerpo era una delicia. Al sentir como un abultado hierro se frotaba con mis muslos, bajé la mano para apretarlo y sentí un machete hirviendo, duro, largo y delgado que pugnaba por romper aquella malla de lycra que lo atrapaba. Además, el olor de su cuerpo sudoroso me tenía a millón. Le saqué aquella pinga de inmediato. Entonces, mi monstruo hizo lo mismo conmigo, me soltó la correa, el botón de mi pantalón y bajó mi interior en un sólo movimiento. Él estaba completamente desnudo y yo tenía un pantalón azul de casimir en mis pantorrillas y una camisa de cuello duro a medio abrir sobre mi pecho. Como pudimos, él me arrancó la camisa y se colocó a mis pies buscando afanosamente, con sus labios, mi guevo que estaba paradisimo. Yo no podía esperar para hundir mi nariz entre sus bolas afeitadas.

- Que rico este guevo....que de pinga....lo tienes rico, me dijo el musculoso y enseguida empezó a mamarlo con avidez. Yo lo dejé mamar un rato, y me fui acercando al banco, para sentarme, entonces él me tomó por la cintura y me condujo lentamente al piso del vestidor. Allí, empezamos a darnos un 69 realmente insuperable. Él agarraba mi guevo entre sus manos y lo metía poco a poco en su boca, mientras yo buscaba la cabeza peladita de su morronga hirviendo y lamía todo su derredor hasta que le arrancaba gemidos de placer, y entonces lo tragaba completo, mientras él succionaba suavemente todo mi guevo, metiéndolo con suaves movimientos hasta lo más profundo de su garganta. Entonces, lo sacaba y lamia mis bolas diciendo que le fascinaban un par de bolas peludas. Yo entre tanto, pasaba mi lengua por todo el tallo largo de ese magnifico palo y aspiraba el olor a macho de sus grandes bolas y las lamia y luego, con un dedo rodeaba el huequito de su culo y lo tocaba suavemente, mientras regresaba su machete a mi boca y lo tragaba completo. Disfrutando por partida doble, la suavidad de su piel, la dureza de sus musculos y el aroma enloquecedor de un día de entrenamiento.

En una de esos intentos por jugar con el orificio que escondía el magnifico par de nalgas fuertes como el cemento, él apretó mi cabeza entre sus piernas y me empujó todo el guevo, de un sólo golpe hasta la garganta. Enseguida sentí como su leche bajaba tibia por mi laringe y pegostaba de gusto mi paladar y toda mi boca. Fue mucho para mí. Él se sacó mi guevo de su boca, y empezó a darme un pajazo de experto con una sola de sus manos. En segundos, se metió de nuevo mi guevo a su boca y tragó con inmenso placer toda mi leche.



Volvimos a besarnos por largo rato; Mi monstruo, limpió con su lengua mi palo hasta dejarlo reluciente, me alcanzó la ropa y me ayudó a vestir. Yo, enloquecido de placer por aquel olor suyo tan particular y tan masculino, tuve que hacer un verdadero esfuerzo por no empezar de nuevo allí mismo. El se metió en la ducha y desde allí, habló:

- Pana, anda vete tranquilo, que hoy de todos modos no vino el tipo que hace las inscripciones, que por cierto, es mi novio desde hace 5 años y no puede saber nada de esto, porque es burda de celoso. Vente el lunes, tranquilito como si no hubiera pasado nada y te inscribes.

- Ah..Ok...chevere, yo vengo el lunes, como si no hubiera pasado nada, y arreglo lo de la inscripción y tranquilo vale, tu novio no va a saber nada de nada.

- Bueno, de pinga, pero mira...déjame anotado ahí el número tuyo, tu vives sólo? De pronto nos vemos otro día. Yo quiero volverme a comer ese guevo tuyo, pana...

Le anoté el número, abrí la cortina de la ducha, lo miré bien, pasé mis manos por todo ese cuerpo que parecía de concreto y me despedí.

- Llama cuando quieras, ese guevo es tuyo, Chau.

Me monté en el carro pensando que, había esperado todos estos años para que un musculoso de verdad, me diera una mamada de película y estuviera a punto de dejarse coger por mí; un abogado normalito, preferiblemente pasivo, peludo y sin músculos en el cuerpo. Sorpresas que da la vida...

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