lunes, 2 de mayo de 2011

Entre dos



Estábamos en un bar, acabábamos de conocernos y habíamos consumido unos cuantos tragos, hablábamos tonterías tratando de hacernos oír encima del estruendo. Para poder escucharlo mejor, me acerqué bastante a su cara y él, mirándome a los ojos me dijo:

- Epa..que dos hombres a menos de 30 cms de distancia, o se golpean o se besan

Yo escuché perfectamente y agarre su cara con mis dos manos, acercando mi boca a la suya y empecé a besarlo con fuerza. Estuvimos besándonos por algún rato, él respondía perfectamente encantado, y al hacerlo recorría mi cuerpo con sus manos, mientras yo lo abrazaba como si temiera perderlo.

Terminada la primera sesión de besos de la noche, él me preguntó si vivía sólo, contesté que sí y le pregunte si quería venir a mi casa. En un instante pagó la cuenta, me agarró por la cintura, volvió a besarme (esta vez, él tomó la iniciativa) y salimos del sitio. Fuimos hasta su automovil y me preguntó la dirección a que debía dirigirse, diciéndome que luego me traería para que yo buscara mi auto.




Mi apartamento no quedaba lejos de allí, de modo que tardamos muy poco en llegar. Íbamos tocándonos y acariciándonos en el trayecto, y yo había notado desde hacía rato que su energía se correspondía al tamaño de us bulto fascinante.

Subimos a mi casa y de inmediato nos fuimos a un sofá para continuar con nuestra rica sesión de besos apasionados. Él metía su lengua en la profundidad de mi garganta y yo lo recibía con gusto tratando de hacer otro tanto. Poco a poco y sin dejar de besarnos, nos fuimos quitando la ropa hasta quedar completamente desnudos. Entonces, pude ver en todo su esplendor el magnifico aparato que sobresalía de su entrepierna: grueso, circuncidado, y con una suave textura al tacto que me excitaba enormemente. Él, conocedor de la buena impresión que causaba, me dejó tocarlo y juguetear con su palo por un ratico, pero no dejaba de apretarme la boca con sus labios y su lengua. Entonces, me separé de su boca y empecé a bajar hasta ese pedazo hirviente de carne que me exigía atención. Besé su pecho, lamí un poco sus axilas, aspiré su sudor de hombre y lentamente llegué hasta donde su paloma erguida pugnaba por entrar a mi boca. Me dediqué a ello con verdadera maestría. Mi boca entrenada por la larga sesión de besos que habíamos tenido, se movía con toda destreza a lo largo y ancho de su morronga maravillosa.






Fue él quien inició el movimiento final. Se sentó en el sofá, abriendo las piernas, sacó un condón de su pantalón, y se lo calzó perfectamente. Luego empezó a ponerse lubricante de manera abundante y me tomó por las caderas, nuestras bocas nuevamente se juntaron mientras el buscaba el orificio de su placer, al encontrarlo, comenzó a dilatarlo con sus dedos y un poco más de lubricante. Me subió sobre sus piernas y yo, ansioso por disfrutarlo dentro de mi, me senté suavemente, metiéndome con lentos movimiento todo su machete. En principio sentí un pequeñisimo dolor, que se disipó enseguida, gracias a sus caricias. Entonces, al sentir que ya su verga se acoplaba perfectamente, hizo un brusco y medido movimiento de empuje y yo sentí como cada milímetro de esa carne, me llenaba de placer.

No duró mucho. Él se concentró en bombear con toda la fuerza que podía lucir y yo lo ayudaba moviendo mis caderas y apretando mis nalgas, mientras me pajeaba con gusto. Pasado un par de minutos o un poco más, no lo se, ambos estallamos casi al mismo tiempo. Él con duros empujones echaba todo su semen sin salir de mi y yo, regaba el mio sobre los pechos de ambos.

Estuvimos abrazados hasta que recuperamos la calma. Juntos fuimos hasta la ducha y tomamos un largo y divertido baño, luego del cual nos fuimos a la cama. Al despertar, volvimos a saber lo que significaba el sexo entre dos que se gustan y saben como demostrarlo. Ese día comenzamos una larga relación, que si no fue exclusiva, ni estuvo llena de amor, si lo convirtió en uno de los amantes que recuerdo con mayor gusto.

2 comentarios: