jueves, 16 de julio de 2009

Otra vez...¡el tamaño!






Acabo de llegar a mi casa después de pasarme un rato hablando de hombres con amigos muy queridos. Tal parece que al juntarse cuatro homosexuales, en plan frívolo, echan mano del recurso inevitable: Los hombres. En eso, francamente nos diferenciamos poco de las mujeres. Lógicamente, la conversación llego al aspecto más importante de un hombre: El pene, un tema que siempre da mucho de sí.
Todos estuvimos de acuerdo en que los guevos torcidos, esos que tienen una curvatura que empieza en la mitad del tallo, son un poco incómodos y difíciles de manejar. También en que por estas latitudes, seguimos prefiriendo los que no han sido circuncidados, se adornan con tupidas vellosidades y exhiben dimensiones serias. Sin duda, la cosa es todo un tema: Nos guste admitirlo, o no; el tamaño es importante. Hubo consenso acerca de lo mucho que nos gusta un aparato grande y en perfecto funcionamiento. Pero, no demasiado grande, no demasiado grueso. Cosas de gays pasivos que tenemos que vérnosla difícil, cuando nos toca meternos los escasos artefactos realmente grandes que nos hemos encontrado en la vida. Todos nos inclinamos a favorecer la teoría según la cual un hombre bien dotado empieza a serlo cuando pasa de los 18 cms. de carne más o menos gruesa, aunque a esta ultima medida nadie logra ponerle números. Uno de los amigos dijo que si le cabe cómodamente en la boca, le cabe cómodamente en el culo. Por lo que a mi respecta, me confieso un penemaniaco total. Me gusta encontrarme un buen guevo cuando abro la cremallera del otro. Y quiero dejar muy claro que un buen guevo, en mis términos, significa más de 18 cms. y cierta dificultad para meterlo en la boca. Para que entre en otro orificio, he desarrollado mis mañas.

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