Hay un fetiche más que siempre me acompaña: ropa interior, calzoncillos, trusas, interiores, briefs o como sea que se llamen, de puro e impoluto color blanco, estupendamente ajustados al contorno prodigioso de ese pedazo de carne que buscan proteger de todo mal. Difícilmente aguanto la tentación de arrancarlos a mordiscos...y meter mi lengua allá mismo, donde la tela tapa lo que deseamos todos
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