martes, 5 de julio de 2011

El que va a salir se asoma



Es uno de los recuerdos más gratos de una de mis incontables vacaciones en la playa. Un amigo de mi primo, a quien yo no había conocido antes, llegó el segundo día de vacaciones. Yo lo vi cuando salía de la cocina después de desayunar en familia y me quedé sin habla. Era uno de los tipos más buenos que había visto hasta ese momento. Yo tendría como unos 29 años y acababa de salir de un despecho muy fuerte; al verlo decidí que era hora de dejar de sufrir por alguien que no le llagaba ni a las rodillas. Nadie nos presentó, así que me limité a mirarlo. Pero, en esas ocasiones de playa, abundaba la promiscuidad en todas sus formas. Todo era de todos, básicamente porque todos eramos primos o hermanos.

Al poco rato de ese primer encuentro, empezamos los preparativos para salir a recorrer alguna playa en la lancha de la familia y yo, que era uno de los mayores, me dediqué con esmero a prepararlo todo. Para mi sorpresa inolvidable, el amigo se acercó y ofreció ayuda. Enseguida nos caímos bien. Era, además de guapisimo, un muchacho muy simpático. Hablamos un rato mientras arreglábamos las cosas de la lancha y, cuando todo estuvo listo, nos metimos en los autos para acercarnos al embarcadero.




Al poco rato estabamos en alta mar, divirtiendonos con el montón de primos y amigos que habían ido con nosotros. Llegamos a un cayo y decidimos echar el ancla y dedicarnos a recorrer esa playita medio desierta y muy bonita. Yo, fiel a mi costumbre, salí a caminar sólo. Él se me acercó y ofreció acompañarme. Nos fuimos a caminar. Entonces, noté que antes de eso, se quitó un short que llevaba y se quedó vistiendo un pequeño speedo que le quedaba buenísimo. Nos metimos por ciertos lugares bastante alejados y solitarios, y en unas rocas nos sentamos a hablar. Sentado frente a mí, al tipo no sólo se le notaba el paquete incitador, sino que por los costados se asomaban vellos rebeldes y algo de la piel de sus bolas. Yo no podía quitar los ojos de allí, así que me animé a cometer un acto de valentía y se lo comenté:

- Oye, ese traje de baño tuyo es bien indiscreto, se te sale casi todo.

Él se sonrió y me dijo que para eso, era

- Lo que no se exhibe no se vende, dijo, poniendo su mano en el machete que se irguió enseguida.

- Te gusta mostrar?

- Me gusta que me morboseen

Entonces, empezó a tocarse y en segundos la cabeza gruesa y rosada de su estupendo machete estaba fuera de la liga del speedo.

Lo que siguió a continuación fue lo más excitante que uno puede imaginar: Sin quitarse el traje de baño, el tipo se masturbó lenta y suavemente para mí. No me dejó tocarlo por mucho que yo ofrecí ayuda. Él se limitó a sobarse el guevo por encima de la minúscula tela que lo cubría, enseñó el paquete en todos sus ángulos y lo sacó un par de veces al completo. En pocos minutos acabó un gran chorro de leche, seguido del mio, por supuesto, y se echó a reír.

Esa noche y durante toda la semana, tiramos como un par de locos posesos, (él me había prometido esa recompensa por haber servido de espectador); pero el recuerdo de la excitación casi febril, de su escenita en las rocas de la playa, me vuelve loquito todavía. Esa fue la primera vez que escuché a alguien decir que "el que va a salir se asoma"....


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