Muy cerca de mi casa hay una cancha de basket. Una cancha muy frecuentada, debo decirlo. Todas las mañanas, cuando salgo a trabajar, distintos grupos de muchachos corren sudorosos tras una pelota y largan el resto. Muchas veces, me he detenido discretamente cerca a mirar el juego. Es un reflejo involuntario: Los muchachos están, la mayoría de las veces, desnudos de la cintura hacia arriba y lo que muestran es tan excitante que sería un crimen no bucearselos por un rato. Creo que no necesito decir que más de una vez, he llegado tan caliente a mi oficina que he requerido un rápida y discreta visita al baño...
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