miércoles, 2 de marzo de 2011

Amigos con derecho

Reinaldo es uno de mis "amigos con derecho"; un hombre de 44 años, muy alto y relativamente buenmozo a quien lo último que uno notaría en la vida, es que no le importa recibir favores sexuales de hombres. Está casado, tiene tres hijos y hace una vida completamente hetero, fuera de mi casa. Lo conocí en un banco un día que había una espera larga y en la conversación, él me pidió mi número de teléfono, yo se lo dí, él me llamo tres días después y yo lo invité a casa. Así empezó una historia que lleva varios meses y que me tiene muy satisfecho: La particularidad de Reinaldo es que sólo acepta largas sesiones de sexo oral. No permite ni propone ninguna otra cosa, aunque me vea morir de ganas. Lo suyo es que yo "me lo lleve a la boca". Se ha formado como una especie de rutina a la que yo me he adaptado cómodamente. Él llama, pregunta si quiero verlo, yo digo que si (por supuesto) y en pocos minutos está tocando el timbre de mi apartamento. Siempre, sin excepción, llega con una erección adelantada. Creo que lo excita la anticipación de lo que sucederá. Entra a mi casa y me pide (siempre las mismas palabras) que me lo meta en la boca.



Yo, obviamente, le obedezco. Lo que empieza allí mismo es más bien un poco raro. Él se comporta como el hombre más entregado, dice cosas, me llama por nombres incluso cariñosos, me acaricia y se regala por completo; pero, jamás me ha pedido que pasemos a otra cosa y yo creo que si yo lo propusiera de palabra (de gestos estoy cansado de hacerlo) él se negaría, aunque no lo se seguro. Casi siempre yo estoy tan ansioso como él, debo decir que tiene un instrumento bastante decente, de muy buen grosor y tamaño y duro como una cabilla; además, cosa que me encanta, se toma muy buen tiempo para acabar. Toda una delicia, pues. Yo, que me precio de ser experto usando mi boca, le doy siempre una mamada realmente sabrosa. Hago todo lo que se que puede gustarle, me detengo en su cabeza saboreando y pasando la lengua suavemente, lo meto completo hasta el fondo, le doy ricas lamidas a todo su tallo, lo aprieto con delicadeza dentro de mi boca y le dedico muy buen rato a sus bolas grandes y peluditas. Estoy seguro que él adora esas sesiones. Siempre que me asalta la duda, termino pensando que para qué más. Es una acuerdo tácito que a ambos nos llena de placer. No pienso echarlo a perder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario